Subibaja


No pasó mucho desde que les di un beso a mi mujer y a mis hijos y salí de mi casa. Apenas unos minutos desde que abandoné por un rato uno de los dos mundos que vivo los días que me toca ir a "la catedral" o visitar algún barrio que no suele visitar alguien bien.

Camino hasta la estación y me empiezo a cruzar con la gente del otro mundo. Casi sin darme cuenta me veo imitándoles gestos, miradas y hasta formas de caminar. Si tengo que hablar, procuro guardarme algunas eses y darle a la y o ll la fuerza que suele darle la gente del otro mundo.

Sí, al menos por un rato quiero creer que por bajar algunos escalones una vez por semana ya casi soy uno de ellos, conozco sus códigos y puedo llevarme alguna anécdota simpática para contar en mi mundo.

En las calles que rodean a "la catedral", la gente pasa y pasa siempre tan igual, diría el amigo Marco Antonio. Miro la pilcha que llevan y la comparo con la mía. Hasta ahí vamos bien. Me disparan con una mirada de si-quiero-te-robo y le respondo con otra, muy mentirosa, de no-tengo-ni-un-poco-de-miedo-si-soy-igual-a-vos.

Otro más allá le da un cachetazo a mis pretensiones de mímesis y me pide "on pesa fierita". Le respondo con un término que aprendí en tumberos mientras pienso cómo se estarán revolcando en su tumba mis abuelos de doble apellido. Espectáculo dantesco.

Me compro una gaseosa y cuando todavía no termino mi segundo trago se me acerca un púber con sed de postpaco y no me queda más remedio que compartir el pico con él. Mientras veo su poco convencional manera de meterse el líquido, tengo algunos segundos para decidir si intento recuperar la botellita o no. Me salva la llegada de un tercero que se prende a la ronda que yo abandono rápidamente porque se me fue la sed y me alejo raudo hacia el ingreso a "la catedral".

En "la catedral" hay que actuar con los códigos que se manejan ahí. Por eso miro con indiferencia al pibito mientras arma su cigarrillo, como si realmente no me importara estar frente a una personita que tiene la edad de mis hijos, sin educación, mal alimentada, falopera y casi seguro sin la contención familiar que necesita un chico de esa edad. Pero a mí no me afecta, porque por un rato yo soy como ellos y estoy inmunizado contra este tipo de cosas. Lo tomo con naturalidad. Dale pibe, seguí con lo tuyo que está todo bien.

Empieza el espectáculo y me siento a gusto en esta especie de circo romano donde las bestias son los que están (estamos) afuera. El repertorio de puteadas es inabarcable y siempre se aprende algo nuevo que no voy a usar en el resto de la semana, ni en pedo, no da. El de al lado se queda sin voz tratando de hacerle entender, a un flaco que gana cien veces más que él, que no está del todo a gusto con lo que está haciendo ahí abajo. Y putea también al que debería impartir justicia, a los rivales y a los pibes como él que están del otro lado y que gritan las mismas cosas que él. Ninguno se escucha entre sí pero eso es lo de menos, porque acá lo importante es hacer catarsis por todas las frustraciones acumuladas en la semana. Yo también tengo frustraciones pero ni en pedo al nivel de ellos. Pero igual grito, igual me descargo, igual parezco un enajenado. Porque soy igual a ellos, quiero ser igual a ellos, al menos por ese rato.

Cuando me toca dejar "la catedral", lo hago mirando de reojo la actitud de los otros. No quiero que el remolino de pensamientos que tengo sobre la miseria humana en multiples manifestaciones me haga mostrar la hilacha. Como en un cuento infantil, el hechizo comienza a desvanecerse cuando me acerco a la frontera entre los dos mundos. De vuelta en mi casa me reciben la patrona y lo pibe, que a esta altura ya vuelven a ser mi mujer y mis hijos. Les doy un beso en la frente y me imagino al pibito del faso, incapaz de dejar su mundo ni por un instante.

5 comentarios:

  1. Muy bueno... buenisimo! Solo una duda: que es "la catedral"? Deduzco por la historia que un estadio de futbol. Pero... cual?

    ResponderBorrar
  2. jajaj, un clasico lo del flaco que te pide coca y se manda el pico hasta las amigdalas. excelente relato, muy entretnido y con algo de ensañanza. abrazo.

    ResponderBorrar
  3. Tenes algo de Cortaza... su ultimo libro

    ResponderBorrar