Made in Argentina


Me doy cuenta al toque porque los libros, especie celosa y buchona, te canta cuando la relación es de más de dos. Miro de reojo y ahí están, parados al lado de mi asiento, como colgados del caño y apoyando la cabeza en el antebrazo. El tren se mueve pero los dos voyeurs literarios se las ingenian para seguir la lectura a casi medio metro.

Mi libro está para devorárselo de un saque y no dejarle ni las migas. Está en inglés fácil y lo leo más que nada tipo ejercicio para no perderle el ritmo al idioma. No sé a qué altura los dos amigos se acoplaron a la lectura de lejos pero lo mismo respeto esa especie de acuerdo tácito para hacerles el aguante y bancar unos segundos antes de dar vuelta la página.

Cada tanto levanto la vista y hago que trato de ver en qué estación estamos. Los dos lectores okupas hacen gala de sus reflejos y corren la vista casi al mismo tiempo. Vuelvo la mirada al libro, la vuelven ellos.

Seguimos así un rato hasta que me canso de leer y me canso también de esas miradas que siento como un láser que va a atravesar la página. Sin mirarlos, hago un gesto con las manos como pidiendo perdón por la interrupción, guardo el libro y pelo cuaderno arte de los más grandes, que lo tengo cero ka eme.

Encaro la hoja en blanco y arranco por el título, bien grande y en imprenta mayúscula.

A BRIEF ARTICLE ABOUT ARGENTINIANS.

La reacción es automática. Los dos curiosos ahora son cuatro, y codean a un quinto que se va arrimando al fogón. Le meten tanta expectativa a la cosa que casi que le sacan chispas a la hoja. Ya tengo la atención de los cinco -tres ellos y dos ellas- y me lustro al mango la neurona que no tengo de vacaciones para sacarle todo el jugo a esta suerte de bloggerismo en vivo. Le tengo que poner garra a la traducción porque, además de que no se me cae ni un poco de pinta de yanqui, cualquier señal de spanglish me puede mandar en cana.

La primera caricia es para ellas.

Lo que más me sorprendió de este país son las mujeres.

Hago una pausa y simulo reflexión. Son treinta o cuarenta segundos en los que armo la frase mentalmente. La platea femenina se pone ansiosa. Me pongo en modo telepatía y puedo escuchar ese 'dale, gringo, qué tenés para opinar sobre nosotras'.

La mayoría de ellas son medianamente lindas, pero el encanto se pierde cuando no hacen otra cosa que tratar de demostrar que son lindas. Les encanta llamar la atención constantemente. Si fueran la mitad de espléndidas de lo que se creen estarían varios pasos adelante con respecto a las mujeres del resto del mundo.

Murmullos para adentro. Ninguna de las dos puede evitar mirarse en la ventana grande del vagón y acomodarse el pelo.

Son soberbias y envidiosas. Les gusta que les digan cosas lindas pero no aguantan el menor reproche. Las mujeres argentinas son insoportables.

Termino de escribir eso y no puedo reprimir un movimiento circular de cabeza, esos que salen cuando pinta contractura, y aprovecho para un paneo rapidísimo. De parte de ellas, otra vez el desvío inmediato de la mirada pero esta vez con un resoplido de suficiencia y de 'quién se cree que es este flaco'. Lo que viene, lo que viene, es el centro para ellos.

Los hombres argentinos son de lo más pedante que me tocó ver en las docenas de países que recorrí.

Una de las mujeres codea al pibe que está con ella onda también hay para ustedes, eh.

Los hombres argentinos son inteligentes pero no usan esa inteligencia para cosas productivas. Se creen vivos y muy lejos están de serlo, pobres.

Y no les doy tiempo para manifestar mucho esa inquietud que ya no pueden guardar.

Lo mejor que tiene este país del tercer mundo son los turistas que vienen de afuera, que generan ingresos y que son bastante menos boludos de lo que los argentinos piensan.

Ya a esta altura los flacos se salen de la vaina por mandarme a donde a muy poca gente le gusta ir. Mucho más cuando, ya levantándome para bajar, aplico la última pincelada, de lo más poética y elevada, -inmortalizada por el gran Negro de la gente- y que pongo en castellano porque cualquier traducción le robaría la esencia.

Puto el que lee.
.

11 comentarios:

  1. jajaja! JPP al 100%! destila dulzura el pibe, eh?

    ResponderBorrar
  2. Groso, por fin alguien que pudo usar esa frase más allá del chiste fácil en Facebook o MSN.
    Abrazo JP
    Cabe

    ResponderBorrar
  3. jajajjaaaaaaaa
    q idolo
    rocio

    ResponderBorrar
  4. Que jugador Fontanarrosa, a esa frase que ponés al final le dedicó un cuento entero, es una frase que encontro en un baño mientras estaba cagando. Un capo el negro.

    ResponderBorrar
  5. Jaja, Jpp son los mas!
    Como joden los q leen por sobre el hombro en el tren!!!!! pero quien no lo hizo alguna vez....

    ResponderBorrar
  6. jajajaaa!! coincido con el que comentó más arriba: estas de la gorra!! igual me hiciste cagar de risa, muy bueno.

    ResponderBorrar
  7. A JPP se la cae simpatía por donde quiera que vaya, un caso de diván, jaja!!

    ResponderBorrar
  8. jajaajaja! muy bueno! me imagino las caras al leer el final!!

    ResponderBorrar
  9. Juampi Juampi, no pegues tan duro en el ego de los argentinos!, mirá si le caen del ego podes ir en cana por acecinato. O por ahí morís vos también si te caen encima!
    Abrazo,
    JMP.

    ResponderBorrar
  10. No sé de dónde sacaste ese título... le habría cabido mejor un "Pluma Intrépida: The making off" o bien "Pluma Intrépida: The genesis of a name". Interipdez al mil por mil. I love it!

    ResponderBorrar