Avatares en lo de Tío Sam (I)



Los subtes no son como los nuestros. Estos hacen parte de su recorrido por abajo, de golpe se hace la luz cuando salen a la superficie y de nuevo oscuridad total cuando se vuelven a meter.

Conmigo vienen mis runmeits: dos brasileños, alegria nâo tem fim, y un suizo, alegria nâo existe. Nos rodean cientos de fanáticos todos vestidos de verde y con un escabio interesante a pura birra.

Go Celtics Go dicen los carteles con forma de mano que casi todos mueven de un lado a otro. Y nada más. Nada de bombos, nada de cánticos, nada de trapos desplegados. Y nada de provocaciones porque son todos del mismo bando.

En Boston todo es bien prolijito, difícil perderse, así que salimos de la universidad sin saber bien hacia dónde. La marea verde nos muestra el camino.

Dos cuadras después de bajarnos llegamos al lujoso estadio, que tiene mucho más de shopping que de estadio, posta. De afuera es como ver el Paseo Alcorta desde el tren, aunque más moderno todavía. Y de adentro, no lo puedo comparar con nada de acá.

Mostramos nuestros tickets y nos señalan el ascensor. Nada de subir escaleras esquivando el meo que baja como torrente. No señor. Un ascensor espacioso casi como para jugarse un picadito tres contra tres.

El ascensorista nos lleva al último piso. La universidad tuvo la deferencia de regalarnos entradas para ver el partido en la última bandeja. Casi el mismo vértigo que subir al Empire State.

Como el ticket incluye pancho y coca, de vuelta al ascensor y bajamos al patio de comidas que hay en el primer piso y que da toda la vuelta en forma de anillo.

Cuando estamos terminando el pancho, los dos brasileños y yo pensamos lo mismo. El suizo no. Pegado al puesto de panchos hay una de las entradas a la primera bandeja. Cientos de lugares vacíos y ningún control de acceso. Mala combinación.

El suizo, escandalizado, hace lo imposible para hacernos cambiar de opinión. Si querés volvéte a la azotea. Terminamos acomodándonos en la séptima fila, ahí nomás del parquet. De luxe.

El partido es medio pelo, dos equipos mitad de tabla para abajo, pero lo más llamativo es el show. Estos yanquis serán primera potencia pero tienen una forma de matar el tiempo que si me apuras casi que me da vergüenza ajena.

Hay un flaco al que le garpan por meterse adentro de un muñeco y entretener a las masas haciendo las pendejadas mas inverosímiles. Mi hijo se cagaría de risa.

Otro sale todo de verde con una especie de escopeta. El público se señala el pecho, yútmi. No son balas, son remeras hechas un bollo que salen disparadas y hay que tratar de agarrar.

A todo esto el suizo se la pasa mirando para atrás. La primera bandeja está ahora casi al mango pero nadie reclama esos cuatro lugares. El pibe la está pasando mal y ya se imagina deportado. Percibo su preocupación, lógica para alguien que viene del país de los chocolates, y me agarra un cargo de conciencia que me dura diez o quince segundos a lo sumo. Es que sigue el show.

Adentro de la cancha los negros gigantes hacen cosas que no se pueden creer. Pero en el entretiempo se van y entonces arranca un infierno de luces, efectos y sonidos. Las porristas, un poco mas refinadas que las señoritas que acompañan la salida de Almirante Brown o Nueva Chicago, hacen estragos sobre el parquet con una coreografía onda patito feo pero con gracia.

Las imágenes del espectáculo se siguen por una especie de cuadrado que está en el techo con cuatro pantallas gigantes. Todos quieren aparecer para verse, y cuando lo logran lanzan un uououoooo mientras levantan un puño y hacen círculos en el aire.

Como si no tuviéramos ya suficiente quilombo, la voz del estadio -igualita a la que anima los partidos en cancha de Laferrere- anuncia que llegó el momento. El laudómetro domina las pantallas y entonces todo el estadio busca hacer el máximo ruido posible, chiflando, gritando, golpeando los asientos o haciendo sonar una trompeta insoportable. Cuando el nivel del laudómetro llega al tope suena una chicharra y se desata un festejo alocado por la hazaña alcanzada. Sin comentarios. O sólo uno. No, mejor no.

El partido se reanuda. Pero como no nos movimos de nuestros asientos desde que los usurpamos, el bagre empieza a hacer lo suyo. El suizo no tiene hambre, ni sed, no habla, no se mueve. Tampoco estamos seguros de si en esas dos horas en algún momento se apoyó contra el respaldo de su asiento.

Por el primer pasillo, siete filas más abajo de donde estamos nosotros, pasa un vendedor ambulante con papas fritas. Le hago señas y el flaco me tira un paquete desde donde estaba. ¿Y ahora?

El tipo me hace señas y al toque me tira una mini bola de básquet que me cae entre las manos. Qué buena onda, las fritas vienen con souvenir. Hasta que el yanqui que tengo al lado me señala una ranurita en la bocha. Put-de-coin-and-givit-bac.

Ahí nomás meto la moneda, me levanto, de pedo no hago rebotar la bocha contra el piso, le apunto al vendedor, quiebro muñeca hacia atrás y va el tiro desde tercera dimensión. Le pifio por cuatro metros y el hombre me putea bilingüe.

Los brazucas se me cagan de risa. El suizo sigue pálido.

El partido termina como no puede ser de otra manera. Ganan los Celtics por un doble agónico y el público celebra agitando al mango esos especie de flota-flota que llevan a la cancha. Y gritan yessss.

Pero el festejo no dura más de dos o tres minutos. La desconcentración es muy tranquila, ni en pedo esa adrenalina que produce la posibilidad de que te choreen las zapatillas o las tres monedas que tenés para el bondi o que des vuelta la esquina y aparezca la barra rival con cadenas y palos.

Cada uno se va del estadio como si estuviese dejando la oficina. Cada uno en lo suyo. Qué raros son estos yanquis.


11 comentarios:

  1. Muy bueno... pobre suizo... lo q lo hicieron sufrir....

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  2. EXCELENTE RELATO!
    saludos,

    Ricky

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  3. te olvidaste del clásico de-fense, de-fense... que personajes tan pintorescos los americanos, y ni hablar el suizo, alguna vez averiguaste si no se suicidó después de este escándalo??

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  4. Muy buen post! interesante! y lo del suizo, pobre flaco!!
    Espero algún día poder ver uno de estos mega-espectáculos!

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  5. Muy bueno JPP, resultó que no siempre sos tan amargo, como parecía con los otros. Muy buena composición de lugar

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  6. Muy bueno el relato, atrapnte hasta el final. y la verdad q si son raros los yanquis, pero son buena onda igual

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  7. queremos mas avatares yanquis!!! que capo el vendedor ambulante, acá en argentina tenes dos opciones: o salis corriendo con las papafritas o si sos mas vivo te vas tambien con la pelota. somos muy diferentes, pero aca te divertis mas.
    saludos.

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  8. La verdad que los yanquis son algo particular! Me estoy poniendo al día con los relatos, vamos todavía! Me mato el cuento del mate, del los muchachos de la universidad. Me llevo algo de tiempo percatarme del ingles con letras a lo castellano, pero -is rili isi tu anderstand-.
    Saludos,
    José.

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  9. A mi me pasó más o menos lo mismo, pero en lugar de un suizo estaba la copada de mi mujer, o sea que disfrutamos de buenos lugares en el basquet a precio última bandeja jeje... ah.. y en Washington.

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  10. Me encanto la descripción de los "runmeits", qué risa el oximoron. El suizo, pobre pibe, tenía toda la razón del mundo. Yo tuve que pagar una multa en Italia por sacar a relucir la "ventajita argentina". Qué idiota...

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