Mercaderes de bajo vuelo


Para mi abuelo, el british tea era sagrado. Podía tomarlo con cuarenta grados de calor y disfrutarlo como si estuviera escapándole al frío en algún gélido rincón de Ushuaia. Aunque de inglés no tenía ni la sombra, no había nada que pudiera hacerlo desistir de su infusión, que acompañaba siempre con tostadas y mermelada de naranja. Nunca una gaseosa cola, que para él era jugo de peine.

También eran sagrados los encuentros en su casa todos los domingos. Y cuando se hacían las cinco de la tarde, al viejo se le iluminaba la cara y exhibía una sonrisa que casi le daba toda la vuelta a la cabeza.

Así se dejaba ver siempre, salvo aquel día, poco tiempo antes de que el Barbas le comprara el pase. Estábamos en su casa y nos aprestábamos a compartir con él la ceremonia de cada domingo. Pero la sonrisa se había borrado y en su lugar había aparecido un gesto que era mezcla de preocupación y tristeza. Y nos contó.

Mi abuelo era un fanático incurable de los pájaros. Fanático de los que se conocen todas las especies, costumbres y etimología de las nombres. El tipo te reconocía cualquier animalito con alas y te tiraba la ficha técnica con detalles que no encontrás en wikipedia.

Tan apasionado era que se mandó a construir una pajarera gigante, de ésas que tienen forma de campana y que les podés meter pajaritos a lo loco. La tenía llena y cada mañana los plumíferos le regalaban un concierto de cantos fenomenal que lo hacía encarar el día con el ánimo por las nubes.

El bajón del viejo llegó porque un día les fue a dar de comer y se encontró a un par que estaban hinchados como una pelota de tenis y con las gambas duras para arriba. Y al día siguiente otros dos.

Con ese panorama poco alentador, llamó a un veterinario que le sugirió avanzar con una autopsia. Así como leés. Una autopsia. A un pajarito.

El viejo contaba todo esto en una mesa donde éramos entre quince y veinte personas. Cuando llegó a la parte de la disección fue muy difícil mantener el gesto adusto de sólo imaginar al plumífero acostado sobre una camilla y al forense rodeado de instrumentistas quirúrgicos analizando el cuerpecito frío del occiso.

Casi todos pudimos contenernos. Uno de mis hermanos no. Sin medir el impacto que pudiera tener su comentario, el pibe mandó que mucho más barato que contratar a un veterinario era comprarse más pajaritos.

Al abuelo no le dio un paro cardíaco porque tenía el bobo más fuerte que una piedra. Pero se hizo un silencio bastante incómodo y no me quedó otra que meter un bocado:

- Bueno, seguí, ¿cuál fue el resultado de la autopsia?, ¿de qué murieron los pobrecitos?

- De estrés.

Hasta ahí llegó nuestro esfuerzo por acompañarlo en el dolor. No hubo carcajadas groseras pero igual al abuelo le dolió en el alma que lo tomáramos en joda.

Para romper esa atmósfera que se cortaba con tijera, me la jugué y le ofrecí al viejo llevarlo a un bolichito que vende todo tipo de animales. Especialmente pájaros. Y especialmente si están en peligro de extinción.

Mi abuelo agarró viaje y a los dos días nos arrimamos hasta una especie de antro que despedía un olor violento y exhibía una increíble colección de aves, serpientes, ratas, iguanas, lagartijas, tortugas. De todo.

Había clientes que pedían por especies que yo ni sabía que existían. Y los dueños del local a casi nada respondían que no. Si el bicho no estaba en stock, prometían conseguirlo.

El viejo estaba como pibe en juguetería. Me hacía acordar a un sobrino mío que se divertía como loco cuando su madre lo subía a los autitos del shopping, pero que un día fue con la tía y descubrió que si le metés moneda hasta se mueven y hacen ruido. Mismo nivel de excitación.

Después de un par de vueltas, lo acompañé hasta la góndola de los pájaros. No podía creer que vendieran cardenales y se anotó con algunos. Pero lo que más le llamó la atención fue la oferta de un set de canarios machos cantores que se vendían a un precio irrisorio.

Nos fuimos de la tienda con los cardenales, los canarios machos cantores y algunos ejemplares más que compró para redondear la cifra. El tipo estaba feliz y se la pasaba comentando lo increíble de haber conseguido tan buena mercadería a tan bajo precio.

A los pocos días, de visita en su casa, lo noté un poco desanimado y me comentó que los canarios machos cantores no largaban ni medio acorde. Le sugerí que les diera tiempo hasta que se acostumbraran a su nuevo hogar y eso pareció tranquilizarlo.

Pasó el tiempo y no se volvió a tocar el tema. Hasta el día que llamó a casa y pidió por mí.

- ¿Te acordás de los canarios machos cantores? Acaban de poner huevos...

10 comentarios:

  1. Muy bueno, como lo acostaron al pobre criollo bill ! Abrazo MO

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  2. Bill debería estar contento..., no sólo recuperó su stock de pájaros con los canarios, sino que duplicó su combo !!!!!, un golazo !!!

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  3. Tomá Capussoto, de parte de Pluma Intrepida...
    Criollo Bill y sus canarios cantores!!!

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  4. Jajaja, me hace acordar cuando en casa fuimos a comprar unos pescados (carasius) para tirar en la pileta. Queríamos poner 3 y sacar cientos por lo que pedimos un macho y 3 hembras, el vendedor metió la red en una pecera llena y juró haber sacado lo que pedíamos, por supuesto incomprobable, salvo por el resultado. Metimos 3 y sacamos 3. Abrazo, TD

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  5. Jjajajajajaj, muy divertido!

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  6. pobre viejo cómo lo durmieron!
    ahora, no se que tiene de malo hacerle una autopsia a un pajarito... de algo tienen que vivir los veterinarios!
    como siempre muy entretenido el relato jpp!

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  7. jajajaja me mató lo que descubrió tu sobrino, la madre debe haber querido matar a la tía! ja
    el relato, una combinación de letras y palabras espeTacular! Muy bueno! lo de la autopsia es posta, a mi se me murieron unos canarios y me dijeron q era por la pintura a la cal, quedaron como dos pelotitas de tennis pero por demás infladas!
    abrazo!

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  8. A esos canarios deberían ponerlos a jugar en la seleccion, para que pongan un poco mas de huevos!, ba, andá a saber de donde los traen, canarios machos cantores que ponen huevos, importados de la reguion boliguaya, únicos! jejejeej
    Jose M Pizarro (poniéndose al día)

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  9. Me mato lo de tu sobrino... pobresiiito.... Me hace acordar tanto a mis hijos!!! (Que si no fuera por sus tíos no sabrian lo linda que es la vida) jaja
    Guada Mendez

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