No tan feliz-feliz en mi día


Pasaron veintidós años pero qué difícil se hace borrar esa cara, ese gesto de esto no me puede estar pasando a mí.

La adolescencia es entrarle de volea a la puerta y llevarse la vida de atropellada. Es buscar en cada paso el componente rebelde, hiriente, provocador.

En mi clase no era lo que los gringos llaman popular. Ni cerca. Soy y siempre fui un tipo reservado, un pura sangre materna. Si te pagaran por cada sonrisa o cada palabra te morirías de hambre, me dice siempre mi mujer. Dicen que soy aburrido.

El que se guarda para adentro, cada tanto tiene que tirar una bombita para decir acá estoy. Pero hay bombas y bombas.

Era el día de mi cumpleaños número trece. Un numerito el trece. Estaba como afilado y andaba con ganas de hacer algo diferente, quería ser tapa de diario.

En esa época me movía de acá para allá con el Bocho, un buena onda con quien me había metido en una especie de carrera para ver quién hacía la cagada más importante. Veníamos palo y palo.

Los que trabajan de preocupar a padres de hijos inquietos dicen que hay pibes que son muy inteligentes y por eso se aburren en clase y por eso hacen quilombo. Yo compartía con este grupo sólo la última parte de la ecuación. Lo mío no tenía nombre científico.

Teníamos en el colegio una maestra de inglés que era diez puntos. Le sobraba onda y había logrado lo que pocos pueden hacer con un grupete de adolescentes, ser una más. Y a nosotros nos costaba uno y medio asimilar que hubiera una popular del otro lado del mostrador.

El golpe no fue planeado, para nada. Recreo largo, libertad para deambular por las clases, el Bocho y yo juntos con un par de tizas en la mano en frente del pizarrón. No había internet en esa época así que no sé de dónde sabíamos tantas expresiones que son una patada en las encías para quien las recibe.

Unos pocos minutos fueron suficientes. El repertorio de frases no aptas se desplegaba frente a nosotros y nos dolía de sólo mirarlas de reojo.

Bueno, como momento de alta adrenalina ya está, listo, ahora borremos esto que vamos en cana.

No encontramos un puto borrador ni en esa clase ni en el resto del piso.

Volvimos para borrar con la mano pero algún vivo, más vivo que nosotros, había trabado la puerta. No pudimos entrar.

De haber imaginado las consecuencias, habría roto el vidrio con la cabeza y borrado el pizarrón con la lengua. Pero dormimos, apareció la destinataria de nuestras caricias escritas y todo se desbarrancó.

La pobre estalló en llanto y se fue arrastrada por un mar de lágrimas. El que apareció enseguida fue el maestro de lengua que se las daba de una mezcla de Sherlock Holmes y Horatio el de CSI Miami. De pedo no se puso a levantar huellas digitales.

Nadie se mueva, nadie toque nada. La mueca de la letra eme es muy particular. Todos escriban palabras que empiecen con esa letra. Creo tener indicios de quién fue.

Qué manera de decir huevadas. Pero por las dudas me cuidé de no volver a hacer la mueca. Y la escribí con la zurda.

Pet Detective se quedó un rato como estudiando la escena del crimen. Miraba todo con atención y cada tanto nos echaba a todos una mirada calibre treinta y ocho. Se fue con una de las patillas de los anteojos en la boca, onda oficial de la CIA meditabundo.

Cuando llegué a casa me esperaba la torta de cumpleaños, que ese día tuvo un gustito especial. No pude pasar ni los confites.

Los días siguientes tuvieron un poco más de show de Proyecto Sherlock, que ya hablaba de autor intelectual y autor material y comentaba sus hipótesis. Frío, frío. La teacher no apareció por el resto de la semana.

La cosa era que si no abríamos la boca no tenían forma de saber quién había sido. Pero la mina era más buena que Jacinta Pichimahuida y ni en pedo se merecía eso.

Cuestión que finalmente bajamos la saviola, cantamos y pedimos perdón. Nos rajaron a los dos.

La joda terminó con un verano a full estudiando inglés para entrar a otro colegio. Sí, justo inglés, como si el destino se hubiera aliado con la teacher ofendida.

Final abierto a piacere del lector.

Uno, terminé en el colegio nuevo que estaba más o menos. Al toque me convertí en popular porque no tardaron en enterarse de que me habían expulsado del otro, y yo me encargué de inflar un poco la cosa.

Dos, me echaron también del colegio nuevo y pasé a un reformatorio donde me reencontré con el Bocho y le fajamos catorce puñaladas al tutor que nos dijo que no éramos populares. Escribo mi blog desde la cárcel porque las cárceles vienen con wifi.

Tres, me dieron la probation y me quedé en el colegio de siempre. El director me chantó un cuadernillo de caligrafía de seiscientas páginas para que hiciera buena letra durante toda la secundaria.

Elige tu propia aventura. La mía no.


.

13 comentarios:

  1. Juampi está siempre calladito, pero cuando habla... diría Mariamá.

    ResponderBorrar
  2. Juampi, habla lo justo y necesario como para hacerte mier..., en una sóla palabra. Menos más que ahora es más prudente que a los 13..

    ResponderBorrar
  3. "los q trabajan de preocupar a padres de hijos inquietos", jaja, te va a agarrar la asociacion de psicopedagogia.
    muy bueno !

    ResponderBorrar
  4. Historia basada en un hecho real ! MO

    ResponderBorrar
  5. Elijo el final número tres. Me acuerdo de eso!!!! Que quilombo se armó!!Pero para mi siempre fuiste muy populra, nada menos que el pibe mas cago de risa de la clase.Un abrazo. EGG

    ResponderBorrar
  6. Estimado Juampi,
    este es el típico cuento que sale en todas las reuniones de amigos del colegio: ....y te acordás el día que JPP escribió el pizarrón...."
    Además había un dato que me metía en el quilombo: mi nombre mal escrito en el pizarrón ACSEL.
    La respuesta sabemos que fue la 3.
    Gran anécdota!! jajaja abrazo grande.
    aXel

    ResponderBorrar
  7. Agrego algo a la historia: 3 años despues, en una fiesta conoci a un chico q me invito a salir. Cuando le digo mi apellido me pregunta: que sos de Juan Pablo? necesitamos conocerlo!! Resulta que este chico iba al colegio al que mama iba a mandarlo antes de conseguir la probation y parece que estaba en la lista de la clase y nunca lo sacaron... y por todo ese año el fantasma de Juampi estuvo en esa clase a la que al final nunca asistio...
    Jpp dejaste huella hasta en los que nunca te conocieron!!!!! Si eso no es ser popular...
    Caro

    ResponderBorrar
  8. Muy buen cuento y con mejor sabor al saber que fue real.

    ResponderBorrar
  9. JPP, muyy bueno, creía que era un mito urbano! jaja
    Abbrazo!

    ResponderBorrar
  10. Lo que pasa es que sos un buen tipo en el fondo....del mar. Pocas palabras para decir, pero se vuelca en un blog para hacer lo que no hace en público. Mirá si será rara la historia que después de ser un tipo de pocas palabras, seas alguien de la rama de la comunicación.
    Muy buen cuento Juampablín!
    José M Pizarro, el que se puso al día nomás.

    ResponderBorrar
  11. Que groso! Me acuerdo del bardo! Pensar que ahora directamente a las profes les aplican una tunda para el recuerdo y encima se graban por celular...Pregunta: El abogado de tu complice era medio pelo no? si mal no rcuerdo a el la probation se la dieron por el orto!!!
    Félix G

    ResponderBorrar
  12. TJ: cuando hablo y cuando escribo también...

    JuanMa: ¿ahora más prudente que a los 13? Pensé que me conocías mejor...

    Anónimo: se especializan en eso, posta.

    MO: sí, cien x ciento real.

    Edu: vos sí que sos un gran amigo, ¿cuándo venís de visita?

    Axel: lo de tu nombre es mundial, me lo había olvidado completamente.

    Caro: un fantasma popular, buen título.

    Anónimo 2: sí, sólo cuando lo mirás a la distancia...

    Saraza: preguntále a mis viejos si es un mito urbano...

    José: vamos pibe, no se me atrase.

    Anónimo 3: ni te imaginás.

    Felix: en todos lados la clave es saber relacionarse.

    .

    ResponderBorrar