El shopping es lugar de paso



Todavía ni llegué al estacionamiento pero ya me voy haciendo el bocho y me imagino escenarios posibles. Tengo todo: bolsa original, ticket de cambio, todas las etiquetas puestas, y la pilcha casi tan bien doblada como vino. El papel de envolver no lo pude poner igual porque es imposible.

El cambio de regalo es una fija. Si a nosotros en general nos cuesta un huevo elegir los propios, mucho más difícil es que le dé en el clavo alguien que tiene que elegir para nosotros. Si yo tengo que regalarle algo a mi tía le pifio seguro, porque ¿qué somos, mi tía?

Cruzo las puertas corredizas y lo primero que me pregunto es qué carajo le ve la gente a meterse en un shopping sabiendo que no se va a comprar nada. Qué tiene de copado ir chocándose con otros que ya llegaron de mal humor y que se ponen de peor humor porque los pasillos están hasta la manija y la cosa se convierte en quién pone el hombro más fuerte. Qué tiene de programón caerse con los pendejos que no paran de hacer quilombo y encima manguean todo lo que se les pone delante.

En eso estoy pensando cuando un grito agudo, de falsa emoción, casi que me perfora los tímpanos. Son dos antiguas amigas que por lo visto se reencuentran después de pila de años.

Las minas se saludan onda efusiva. Se saludan y se escanean mutuamente con un paneo vertical que arranca por los zapatos y termina en el peinado. Hablan cordial, recuerdan viejos tiempos, se preguntan por amigos en común, se ponderan entre ellas. Todo de la lengua para afuera, porque internamente se están matando en una mezcla de envidia, indiferencia y ninguneo. Combinan devolución de sonrisa con miradita sobre el hombro. No les puede interesar menos lo que dice la otra. Se despiden prometiéndose un café que nunca van a concretar porque van a pasar otros muchos años sin verse y ninguna lo va a lamentar.

Me dan ganas de biorsi. De lo primero, porque al dos en un shopping no me le animo ni arrastrando un cuadro jodido de gastroenterocolitis. Le dejo un par de monedas al encargado de limpiar porque lo admiro y lo compadezco al mismo tiempo. La baranda es una cosa de locos, ¿será posible que la gente se inspire en un shopping? En un shopping, dejate de joder.

De uno de los cubículos sale un flaco de unos cuarentilargos con un pibito de cuatro o cinco. El pibito lleva gorrito muy prolijo y tiene cara de susto. Y el que te dije, que maneja presupuesto aparte para comprarse quilombos por donde quiera que vaya, se acuerda del powerpoint del martes.

Me le pongo en frente y lo miro fijo al pendejo.

Hola, ¿éste es tu papá?

En el momento que termino de preguntarle semejante pelotudez, me doy cuenta de que no pueden ser más parecidos. Son iguales. Qué boludo, pordió.

El borrego mira a su padre con cara de ¿este no es el tío, no? El padre mide arriba de dos metros y me clava una mirada que me hace imaginar lo que habrá sentido Apolo Creed cuando Ivan Drago lo tenía contra las cuerdas.

Trato de explicarle que justo hace unos días recibí uno de esos correos que hacen terrorismo dándole manija a mitos urbanos siniestros, como el del flaco que se levantó a una mina y amaneció en una bañadera repleta de hielo y con una cicatriz que le daba toda la vuelta porque le habían choreado un par de órganos. Le reconozco que creí que le había puesto ese gorro porque lo había pelado o teñido para llevárselo, cruzarlo por Misiones y venderlo en Brasil.

Al flaco le da pena tenerme ahí diciendo tantas boludeces y le pone un poco de onda.

Pasame el dato que en cualquier momento lo vendo directamente yo.

El alma vuelve al cuerpo pero igual no me olvido de los cuatro o cinco fowarderos compulsivos que dedican tres cuartas partes de su día al Apocalipsis etéreo. Van directo a correo no deseado, ni hablar.

El negocio me cambia la pilcha sin chistar. Una desilusión grande, porque vine con ganas de pelearme con alguien, de armar un escándalo de dimensiones superlativas. Pelearme con la palabra, mi fuerte. La palabra precisa, pero sin sonrisa perfecta. Yendo a las manos no, porque el falso secuestrador me hubiera dado una paliza para el campeonato. El vendedor también.

El patio de comidas está lleno de prisioneros. Prisioneros porque es una especie de campo de concentración, diría Protervo, donde los reos deambulan con sus bandejas, buscan su morfi, y después tienen pavada de desafío: encontrar un puto lugar donde sentarse.

Hay boliches malos, pero malos en serio, que te dan porciones categoría cumpleaños infantil, te cobran los cubiertos, la coca viene aguada y el morfi, bueno, lo dejamos ahí. Lo dejamos ahí, sobre la mesa, porque es incomible. Y estos boliches subsisten porque existen muchos JPP que buscan su ración donde la fila sea más corta. En el ene hache de San Martín y Tres Sargentos, por diez mangos más, se come de puta madre. Un despropósito.

Me voy del patio de comidas tan rápido como puedo porque el patio es para morfar y rajar. Nada de sobremesa.

Mirá que ya no hay muchas cosas que me llamen la atención, pero hay algo que sí. Digo, el tumulto en un local que exhibe cartel gigante de "sale". ¿Sale qué?, ¿sale con fritas?, ¿sale como trompada? Y la gente, pordió, se abalanza sobre las prendas, se la tironean, hacen cola para el probador. Y todo porque hay un cartel que dice “sale”. No se fijan en el precio, no tienen con qué compararlo. No hay oferta, hay sensación de oferta. Y la gente entra como por un tubo.

Me voy del shopping tan rápido como puedo porque el shopping es para comprar o cambiar. Nada de diversión.
.

13 comentarios:

  1. sensación de oferta, jajaaja!
    muy bueno jpp, nos vemos... en algún shopping...

    ResponderBorrar
  2. jaja, que somos mi tia? MUNDIAL !!!

    ResponderBorrar
  3. es muy raro que dos amigas se escuchen, y mas raro todavia que las ponderaciones sean sinceras... hay mucha envidia por ahí.

    ResponderBorrar
  4. Nada de esto hubiese pasado si no te daban ganas de lo 1ero ! ademas por lo que veo ya desde el vamos, mala onda con el chopin mol ! la proxima vez te van a agarrar entre el cuida baño y el falso secruestrador pero verdadero fiestero y te van a sacar las ganas de volver a cambiar un regalo !!!! abrz grande M.O

    ResponderBorrar
  5. De todo lo que fumas para los cuentos, esto es uno de los mas fuertes! (donde lo venden? no me digas que en un shopping!) El shopping sirve también para ir al cine que es lo único que podés hacer con una mujer porque si es para comprar algo lo mas seguro es que den vueltas por TODO EL SHOPPING para ver las opciones y vayan a comprar al primer negocio en donde entraron. A mi, mas de media hora en los caminos de consumismolandia me da algo...
    Jose M Pizarro.

    ResponderBorrar
  6. muerte a los "fowarderos compulsivos"!! buena definición! jaja, encima no borran las eteeeernas listas de direcciones de mail son insoportables!!

    ResponderBorrar
  7. jajaja, q buena publicidad "qué somos, mi tía?" perdón, me distraigo fácil... uh mirá, un pájarito.....
    no a los forwarddssss compulsivos!!
    respecto de los shopppings, totalmente de acuerdo con el final, solo para comprar o cambiar, nada de paseo!! (tal vez un cine)
    saludos de kristina, sensación de oferta para todos en esta navidad!

    ResponderBorrar
  8. Totalmente de acuerdo... yo soy igual, tengo menos shopping que Inodoro Pereyra. Y jamás me animaría a pisar uno en un día "pico" tipo Navidad o días del Padre/Madre, me da urticaria de sólo pensarlo.

    Me mató el falso secuestrador / padre verdadero con el "dame el dato que lo vendo yo"... un capo! Quién no se ha sentido así alguna vez, jeje.

    Ché, #2 en un shopping no? Qué "delicado" resultaste... a vos te faltó hacer la colimba!!!

    Abrazo

    ResponderBorrar
  9. a ver, a ver...juampi sos hombre, MC no sé pero lo merece...¿cual es esa idea de que siempre que dos amigas se reencuentran despues de mucho tiempo se odian, se fijan si la otra está peor, se critican? es raro, muy raro...tu amiga que te cayo bien, siempre te va a caer bien, la conocida que no, no, punto. No caigamos en el lugar común del pequeño machismo argentino!
    Otra cosa ¿desde cuando le hablas a un chiquito desconocido?

    ResponderBorrar
  10. jajaja! comparto el comentario de Majo!

    ResponderBorrar
  11. Anónimo 1: cartel rojo con letras blancas grandes es sinónimo de oferta. El precio no cuenta.

    Anónimo 2: pró-vo-cameee, mujer...

    Anónimo 3: sí, biorsi, cuál es?

    MC: tampoco generalicemos, hablo de esas dos mujeres, dieron esa sensación. Hay otras que directamente se agarran de las mechas.

    MO: si el regalo me lo van a dar esos dos, prefiero quedarme con la camisa que me queda grande.

    José: cine es una opción, sí, pero tenés colas también ahí.

    Anónimo 4: los anónimos son peores que los fowarderos impulsivos.

    Saraza: sí, qué navidad nos espera...

    Santi: zafé de la colimba por número bajo... y el 1 siempre es más bajo que el 2...

    Majo: buehhhh, no te pongas así... siempre no, a veces, como en este caso. Aguante Rugby Touch (el chivo va gratis, mirá que esto lo lee mucha gente).

    TJ: si lo compartís entonces tendrían que haber aparecido las dos en el mismo mensaje... cuac!

    ResponderBorrar
  12. Muy bien el NH ... 10 puntos.

    ResponderBorrar