Pepé se va y lo despedimos


Elegimos Tandil porque uno salió con que tiene un conocido que es dueño de unas cabañas y capaz que ligábamos descuento. Pero ese complejo estaba hasta la manija y terminamos cerrando con otras que nadie conocía. Una lotería.

A Pepé lo agasajamos porque se manda a mudar porque pegó laburo en una isla perdida del Caribe. No es instructor de scuba diving ni es discípulo de Steve Irwin, aquel famoso cazador de cocodrilos que la quedó atravesado por un pez raya. Tampoco va a hacer la gran David Hasselhoff, con sunga y salvavidas, rodeado de féminas que si estuvieran en Mar de Ajó tendrían a todos los pibes del pueblo ahogándose en el mar. No, Pepé la tiene atada en no sé qué cosa del mundo financiero y lo vinieron a buscar de un banco top de ese destino tan exótico. Así que ya saben: si necesitan guardar alguna moneda en un lugar seguro donde nadie pregunte demasiado, me avisan y les hago el toque.

La consigna de la escapada era una: golf. El alcohol, las picadas, la timba y el resto fueron un condimento, no mucho más que eso. No fue un golpe de azar que siete flacos hayan podido acomodar agendas para coincidir ese fin de semana. No, hubo un fino laburo de negociación conyugal porque nadie quería quedarse afuera. Pepé es grosso, Pepé convoca.

Pepé se fue con Antena, que salió equipado con un GPS que rajaba la tierra. Nos dijo que se iba por Ruta 2 hasta no sé dónde porque le parecía la mejor opción. Le respondimos que mucha suerte con los setecientos noventa y cuatro mil trescientos sesenta y ocho autos que salían para el mismo lado porque era viernes cambio de quincena.

Antena y Pepé llegaron casi dos horas antes que nosotros y se eligieron la mejor cabaña. Todavía nos dura la bronca.

A mí me tocó viajar con Sydney, que hizo gala de su destreza al volante para convertir el tránsito en una especie de tetris. Hueco que había, hueco por donde se mandaba a puro rebaje, volantazo y acelerada. Amigo como pocos de la birra, Sydney me pidió una sola cosa cuando entré a la estación de servicio a mitad de camino: un porroncito. Y el boludo que escribe, lento para la jodita, entró y preguntó nomás dónde estaba la heladera con cervezas. Miradas burlonas y risas hirientes fueron todo lo que recibí de respuesta. Faltó que me preguntaran si no quería también un fernet y un vodka con speed, como para salir un toque más entonado a la ruta.

Llegamos bien entrada la noche y no había forma de encontrar las cabañas. Ni un puto cartel que facilitara un poco las cosas. ¿Qué onda, no quieren clientes estos tipos? Después de que nos fueran a buscar a la ruta, Antena me batió que la Blackberry también tiene GPS, que por qué no lo habíamos usado. No me acuerdo bien qué le respondió Sydney pero era algo de recalcada y tenía que ver con su madre. Antena no insistió mucho.

En un tercer auto fueron Tortu y Platero, que también tenían GPS y llegaron mucho antes que nosotros. Polo viajó directo desde Pehuajó, sin GPS. También se perdió.

Las cabañas eran medio pelo pero le pusimos onda porque eran dos noches de solteros y había que estirarlas como chicle. Arrancamos con unas pizzas casi incomibles que de pedo no nos arruinaron el fin de semana. Las de Uggys eran alta cocina al lado de éstas. Nos instalamos en una especie de sum que era mucho más parecido a un comedor comunitario del movimiento Teresa Vive que a un sum.

A esas horas el único representante del complejo era un flaco que hacía las veces de sereno y de encargado de ordenar todo el quilombo que no habían querido arreglar los del turno de día. Iba de un lado a otro caminando a los saltitos, como jugando una rayuela permanente y cada vez que pasaba por el sum nos hacía sonrisita buena onda. Al final se nos instaló y se puso a doblar unas ciento cincuenta sábanas mientras nos dábamos terrible sobredosis de truco. El pibe tenía un toque de Pablito Ruiz en sus mejores épocas y otro poco de Sandro cuando hizo de Muchacho. Hubo más sonrisitas y la promesa de no cobrarnos el sum "porque la dueña no está". Si buscaba propina con esa banda de miserables, perdía el tiempo. Si quería otra cosa, bueno, no pongo las manos en el fuego por ninguno.

La jornada de golf amaneció con un sol al palo. En una feroz competencia entre GPS, mapa papel y simple intuición, terminamos haciendo unos doscientos kilómetros de más, en caravana, hasta que llegamos a los links.

Si alguno de nosotros no andaba con ganas de darle a la pelotita, de una cambió de opinión cuando vio los carritos para recorrer la cancha. Tre-men-dos. Sydney era el más entusiasmado, el tipo estaba en llamas, dispuesto a dar pelea en esa especie de biatlón que combinaba la elegancia y la concentración del golf con la adrenalina y la intrepidez del Dakar versión Tandil. Contra todos los pronósticos, el que la rompió fue el mismo Pepé, que no le hizo asco a ningún obstáculo y se la pasó subiendo y bajando lomas, mandando coleada en cada curva cerrada, haciéndole fino a los carteles que había a la salida de cada hoyo y clavando frenos antes de cada golpe. Un espectáculo.

Los coreanos miraban incrédulos. Sí, coreanos. La cancha no estaba muy cargada pero eran todos coreanos, por todas partes. Qué al pedo clonar un coreano! Después no tenés forma de demostrarlo, ya son todos iguales.

El nivel general de juego era de medio para abajo. Nosotros ya estábamos para la joda total y por eso nos pasamos acomodando la bocha antes de cada tiro. En eso estaba yo cuando uno de los coreanos que pasaban por al lado nuestro me miró feo y me gritó algo que obviamente no entendí. Ni una consonante el hijo de puta. Capaz que el pibe creyó que estaba haciendo trampa. Pensé en pasarlo por arriba con el carrito porque, si iba a ser tapa del diario local, prefería un titular onda "Joven imprudente atropella a turista oriental" a uno que diga "Joven asesinado en crimen de tinte mafioso". Sydney me convenció de que el grito no había sido para mí, que ellos se hablan siempre así. Unos boludos los coreanos.

La jornada terminó con picada en la terraza del golf, más truco a morir en el sum, casino y un poco más del Sandrito Ruiz que esperaba, creo que sin éxito, que alguien le devolviera una pared.

No pudimos convencerlo, Pepé se nos va igual. Pero sabemos que volverá... y será (con) millones.
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12 comentarios:

  1. cómo los vamos a extrañar!!!!
    muy bueno JPP. che, la otra opción era mirar algun mapa de ruta, hasta x la interné lo podés hacer, sabías?

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  2. Ya se donde vivis plumífero tramposo y cobarde!

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  3. te olvidaste de contar que en el partido de golf estaban todos borrachos... jeje

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  4. el capitán de la cancha18 de febrero de 2010, 1:44 p.m.

    Hemos abierto un expediente por comportamiento indercoroso y seran sancionados con una estadia de ocho dias compartiendo cabaña con el doblador de sábanaas...

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  5. jaaaa, muy buenoooooooo JPP !!! siempre me gusto Australia, asi que gracias por lo de Sydney..... moraleja sin gps y sin alcohol no servimos pa nada !.... Al capitan de la cancha.... ojo con las sanciones que pone , ya que quizas haya mas de uno que le pidas noches extras !!!!!

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  6. Los esbero bronto, no me fayyyenn...

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  7. cerveza en la ruta?? hace como 15 años qeu no se vende alcohol ahi jpp!!! A vos te falta ruta hermano... o alcohol, no se!!
    Buen relato, voy a ir a Tandil pero no a esas cabañas!!!

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  8. JPP, vos tenés muchas horas de comedor comunitario del movimiento Teresa vive??? jajaja!
    Qué buena salida che! y buen relato también

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  9. Ah no! mew mató la de caminaba a los saltitos como jugando a una rayuela permanente!! jajaja!
    Que significa el "creo que sin éxito" del final eh??? Hubo alguna aproach???? queremos detalles JPP!!

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  10. snif! PP se vá, es un hecho y bueno, tendré que visitarlo, excusa pa pasar unos días en el caribe!
    Buen relato JPP!

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  11. JPP, como siempre muy descriptivos en sus relatos.
    Lamento no conocer los seudónimos de estos personajes.
    Hay que organizar de una vez el golf de ex compañeros... así tenés otra cosa para escribir. ja
    Abrazo
    Cabe

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