El Beto era pura atitú



Una de mis diversiones de adolescente era lesionarme un sábado jugando al fulbo y llegar el lunes al colegio para verle le jeta al Beto.

El Beto era nuestro profesor de atletismo pero sobre todo era un enfermo de la alta competencia, la disciplina y el entrenamiento semi profesional. El tipo era velocista y había representado a Argentina en no sé qué juegos de no sé dónde y no sé cuándo. Por lo visto su performance había sido tan exitosa como la que tuvo el nadador nigeriano Eric Moussambani, el que casi se ahoga en los juegos olímpicos de Sydney porque de pedo sabía nadar. Si le hacés un google, olvidate, no lo encontrás en ninguna página deportiva. Pero el Beto era un voluntarioso, le ponía tanta garra que casi no me molestaba que calzara unos shores bulteros de esos que son medio calados a los costados. Bien, Beto, ésa es la atitú.

El tipo me había adoptado como su pollo porque me creía capaz de birlarle el record mundial de salto en alto al mismísimo Sotomayor, un cubano al que las gambas le arrancaban casi a la altura del esternón y que rebotaba como si tuviera resortes.

El Beto me tenía prohibido cualquier tipo de contacto con la redonda, por lo menos dentro de su horario y de los límites del colegio, por temor a las lesiones. Un suplicio para mí. Y la que-te-dije, que me tenía bien junado, me miraba de reojo, desafiante, provocadora. Me histeriqueaba pidiéndome a gritos una caricia de empeine y se iba con el resto de la muchachada porque el Beto me obligaba a... a no darle pelota, curiosamente.

A ver si me explico: la masa salía enfervorizada detrás de la mimosa y yo me tenía que quedar subiendo y bajando escaleras, saltando vallas con los pies juntos, repiqueteo corto, saltito por acá, rebote por allá. El Beto señalaba a los rudimentarios que levantaban polvo en el potrero del fondo y casi que se compadecía de ellos porque no habían sido tocados por la varita mágica.

Fuerza de piernas, campeón. Y acompañemos con un poco de técnica. Con eso no paramos hasta la competencia olímpica, tenés pasta de sobra.

Me decía 'campeón', el cachafaz. Y lo decía convencido. Él ya se veía en tapa de El Gráfico bajo un encabezado onda "Acá está el gran hacedor. Conozca a quien desde las sombras fue moldeando a nuestro gran campeón".

El Beto se cebó conmigo después de un semestre afiladísimo que tuve cuando recién arrancaba la secundaria. Hice record en el colegio, gané el torneo zonal y después el regional, los dos por afano. Y el Beto, rápido de reflejos, se las ingeniaba para salir en todas las fotos.

Después de esa seguidilla, el Beto se olvidó de que tenía que darle clase a treinta pibes. Para él sólo existía el campeón. Yo iba a ser su pasaporte para que, al menos como coach, entrara a la historia grande del atletismo argentino. Una especie de Franco Davin, que con la raqueta en la mano era un pecho frío más del montón pero que, ya retirado, tuvo la brillante idea de dedicarse a tomar sol en las tribunas de los mejores courts, masticar chicle a ritmo Francescoli, calzarse unas gafas de cuatro cifras dólar y hacerle gestito 'sos grosso' a Del Potro después de cada punto ganado. Porque Del Potro juego solo, a mí no me chamuyen.

Fuera de la hora de deportes, si el Beto me veía en un recreo dándole a la de trapo y media de lycra, se me acercaba por atrás y me decía 'cuidame esas piernas campeón'. Pedofilia, me gritaban los vagos. Y hasta que el Beto no desaparecía de nuestra vista, yo me ocupaba de que me viera meter el cuerpo, trabar y barrer en ese piso de cemento desparejo que obligaba a mi vieja a invertir fortunas en menda-fácil.

Cuando en los entrenamientos el Beto me veía aflojar un toque, me separaba a un costado y me daba una perorata ciento por ciento hollywodense. La vida te dio un don, tenés que honrarlo. Hay pibes que darían lo que no tienen por estar en tu lugar. Cuando uno capitaliza un don así, es capaz de trazarse metas altas y alcanzarlas. El Beto imaginaba una música de Vangelis acompañando esas palabras que a mí no me podían importar menos. Esperaba que a mí se me saltaran las lágrimas y pegara un salto para entrenar sin parar durante dos horas. Pero yo lo dejaba hablar y cuando terminaba le preguntaba si ya podía ir a jugar a la pelota. Era como una trompada directo a la mandíbula. Mortal.

El Beto era uno de los pocos seres en el mundo que odiaba los fines de semana. Porque ahí no tenía forma de poner a raya mis ganas locas de darle a la número cinco. Y yo me desquitaba en maratónicos partidos de barrio, en la canchita de atrás de casa, y terminaba siempre con alguna lesión porque el envase vino medio flojo en el nivel de calcio.

El tipo me veía venir con la gamba enyesada y al toque le tenían que recetar Prozac en sobredosis para intentar rescatarlo de la depresión profunda en la que caía. Se le ponían los ojos brillosos, la mirada perdida y no me hablaba durante días. Después le aflojaba un poco y se metía a pleno con la recuperación. Pero al tiempo venía otra lesión y de nuevo el Beto que se deprimía a morir.

Así fue durante casi toda la secundaria. Después de ese primer año nunca más conseguí otro record importante. Sí gané algún que otro torneo pero nada descollante. El Beto llegó a desearme la muerte, no tengo dudas.

No lo volví a ver. Hace un par de años me llegó el rumor de que le había puesto todas las fichas a un pibito que parecía ser la versión argenta de Ben Johnson, un pedo líquido sobre la pista. Espero que la historia le dé una segunda oportunidad al Beto, pobre, se la merece.
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16 comentarios:

  1. Juampi: Me encantó. Ahora, qué loco, ¿no? ¿Qué pasa cuando lo que a uno le gusta no es aquéllo para lo que tiene más talento? Y, peor aún, cuando uno deja de "explotar" su talento por algo que difícilmente pueda prosperar... Me dejó pensando tu post!

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  2. pantaloncitos calados al costado!! jajajajaja! son los que usan los corredores que se meten la musculosa adentro y tienen todas las piernas venosas!!!

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  3. Bousambanni es uno de mis ídolos máximos, puro huevos. guardo una foto que le sacaron el día del episodio, chapoteando en el agua mientras los otros ya se habian cambiado y se iban al hotel.

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  4. y nosotros pensábamos que te quedabas en atletismo por vago, para zafar de correr!!!!! jajajjajajaj

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  5. Jaaaaaaaa!!!! Me acuerdo del beto, un fanatico total que decia que habia recibido un disparo en la cara en un asalto, por eso tenia una marca en la pera que era lo unico que lo diferenciaba de su hermano gemelo. Que manera de desempolvar viejos recuerods JPP!!!! Me encanto el relato.

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  6. Lo que el Beto nunca entendio es que vos eras bueno en salto en alto porque te despegabas un poco del piso y el resto lo hacia el viento.

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  7. ja ja, muy bueno el comentario de ABC.
    Jpp, alias "hilacha".....Me acuerdo de esa foto tuya, flaquito, con la mano llena de medallas, con la remera blanca y verde del colegio.....

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  8. siiiii, tal cual ABC!
    pobre Beto!

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  9. "Cuidame esas piernas campeon". Noooo, no puede ser cierto, jajaja! ah, los mendafacil eran para amanerados, aguanten los pitucones caseros!

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  10. Muy bueno Jp.
    Te olvidaste que nos hacía hacer "eskipin".
    Que buenos torneos los del Cedena (ahora Cenard).
    Abrazo,
    Tu discipulo

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  11. Así era el Beto, pero aclaro que sí fue bueno en atletismo cuando lo practicó: lo que ganó fue la posta 4 x 100 de los Panamericanos con record (el hacía un tiempo de 10" 20 lo que para este ispa es muy bueno)... Solo para que no piensen que tan looser.

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  12. Si te hubieses dedicado al salto no habría tenido la suerte de conocerte, pero si hubiese tenido la de no verte jugar...jajaja!
    Igual lo primero es mucho más valioso, lo otro es tolerable ya que le ponés tanta atitú como el Beto.
    Muy bueno el relato.
    Abrazo enorme.
    JMO.

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  13. Loco, hagamosle justicia a la historia! JPP siempre fue de los buenos y era de lo mejorcito de la camada, dupla letal con el chico Diehl, ahora los años le cayeron encima pero la magia sigue intacta. Yo te banco JPP!!!

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  14. "Me histeriqueaba pidiéndome a gritos una caricia de empeine", Apo un poroto al lado tuyo poetaaaa!!!! y coincido con el anonimo anterior: en el fuchibol JPP era pura pasion, calidad y velocidad mental y fisica... hoy tiene todo eso menos la velocidad fisica!! jajajaaa!! Exquisito relato jPP!!

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  15. Pili: a mí lo que me dejó pensando fue tu comentario... todavía lo estoy analizando...

    MC: tal cual, especialmente los viejos. Admirable lo suyo.

    TM: ¿una foto de Moussambani?, ¿no será mucho?

    Cabe: ¿para zafar de correr? Vos acaso no te acordás lo que me hacía correr el Beto???

    Anónimo 1: lo del disparo es posta, y era igual igual a su hermano, una cosa de locos

    ABC: absolutamente. Y no sabés los palos que me daba cuando había remolinos.

    Caro: de aquél Hilacha no queda nada…

    TJ: vos fuiste testigo de todo el kilaje acumulado en este último tiempo.

    Anónimo 2: era así, el fanatismo del Beto no tenía límites.

    Mi discípulo: sé quién sos, sólo una persona puede acordarse cómo se llamaba antes el Cenard, jaja.

    Anónimo 3: no me jodas que ganó unos Panamericanos… me cagaste la mitad de la historia!!

    JMO: ¿la suerte de no verme jugar? Dale, che, confesá: quién es el alma mater de ese equipo, eh, eh?

    Anónimo 4: gracias por la banca! Con el chico por afuera y yo por adentro hacíamos estragos…

    RRDT: un poco menos opa que Apo, lo cual no dice mucho.

    ..

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  16. tarde pero seguro, me perdí el comentario de los comentarios de JPP, pero podré vivir con eso! jaja
    Siempre en el colegio había algún Beto con la esperanza puesta en alguno que sobresalía para sobresalir (o simplemente salir).
    Excelente relato JPP! y tal como dice Pilar Medina la primer "comentarista", es muy para pensar, mucha reflexión hay que ponerle!
    No sé si como dice RRDT como para poner a Apo de poroto, pero tus relatos valen la pena!
    Un abrazo!

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