Pasantía es pasarla como el culo



Creo habérselo escuchado al mismísimo Mariano Grondona. La palabra pasantía es un derivado apocopado de una antiquísima expresión que ha resistido el paso del tiempo y que nos es común a todos: pasarla como el culo.

Muchas facultades universitarias las exigen porque, dicen, es importante tener un buen entrenamiento antes de salir a la cancha. Y las empresas, rápidas para los mandados, se prenden de una porque tener un pasante equivale a tener a disposición una especie de eunuco que, por dos chirolas sin impuestos, suda tinta china durante larguísimas horas, haciendo las cosas que ningún otro quiere hacer. El pasante también es una suerte de bendición para los pinches que en su puta vida van a poder darle órdenes a nadie. O aprovechan sus quince minutos de gloria o se mueren del otro lado del mostrador.

Mi pasantía la hice en una revista de negocios top, de esas que se la pasan dando consejos que ningún empresario de acá puede aplicar porque fueron pensados por gurúes que ni siquiera saben dónde queda Argentina.

El director de la revista era un flaco de unos cuarenta, cara de trampa, un dandy total que usaba tiradores y, peor todavía, estaba convencido de que le quedaban bien. La tropa femenina no hacía otra cosa que tirarle flores provocativas y el Elliot Ness criollo respondía con frases cargadas de doble sentido que a mí me daban vergüenza ajena. Loco, yo era on cero km en el desfachatado mundo de las relaciones laborales.

En los pelpas me habían contratado para asistir a los tres o cuatro redactores que había en ese momento. El primer día Elliot me presentó como un especialista en redacción que iba a ser de gran ayuda para aliviar el laburo del área. Para qué. Me agrandé como sorete en el agua y ahí nomás arranqué a dar consejos sobre cómo titular tal nota, que mejor en el copete resaltá aquello, que la mejor foto para ilustrar es la otra. Un pendejo insoportable que muy lejos estaba de entender lo que significa derecho de piso. La primera vez me escucharon asintiendo con la cabeza. La segunda ni siquiera me miraron. A los tres días me metieron en el freezer y se olvidaron de mi existencia.

Sin lugar en la redacción, me tuvieron que inventar algo para llenar los tres meses que todavía quedaban. Me juntaron con una mina para armar un insert que iba a publicarse con la revista. La niña andaría por los veintipico y era una especie de Sergio Massa dentro de la empresa: quería hacer carrera y conquistarse a todo el mundo a fuerza de buena labia y una sonrisa simpática pero falsa como pésame de funebrero.

A la massita le habían encomendado ese insert pero tenía tanta idea de redacción como yo de cocina mediterránea. Ella sabía que yo era su solución pero no me quería dar ni medio metro. Así que me mandó a hacer fotocopias, ordenar papeles y un par de boludeces más porque ella, así me dijo, podía ocuparse sola del insert. La mina se tomó un par de semanas y el cierre se le vino encima. Con el agua al cuello no le quedó otra que aflojarle y me pasó un primer borrador, con un desdeñoso 'fijate si se te ocurre algo más pero metele porque hay que entregarlo mañana'.

Aquello era un atentado al buen gusto. I-le-gi-ble. Las comas, los puntos y los acentos quedaron demorados en alguna dependencia. Hasta me acerqué a pispear el teclado de la mina para ver si venía o no con ve corta. ¿Qué hacía una persona así laburando en una revista? Sólo lo entendí cuando una vez la vi llegar a la oficina con Elliot, a media tarde, sonrisa cómplice, pelo mojado los dos.

Al insert lo tuve que rearmar de cero, a los pedos y se lo dejé arriba de su escritorio porque no había manera sutil de darle a entender, in your face, que aquello sólo podía haber sido escrito por un semi analfabeto con dislexia.

Lo presentamos en reunión general y Elliot flasheó con el texto. ¿Vos te creés que a la mina se le movió alguna de sus pestañas falsas de recambio diario cuando batió, sin ponerse colorada, que necesitaba más compromiso de mi parte? Cara de piedra, mandó que yo sólo me había puesto las pilas el día anterior y que ella había tenido que hacer todo sola.

Un pibe ubicado se habría quedado en el molde. Un inconciente habría interrumpido bruscamente para explicar cómo fueron realmente las cosas.

Elliot me cortó en seco.

- ¿No tenés ni quince días acá y ya cuestionás a una empleada que hace años viene haciendo bien su trabajo?

Un pibe ubicado se habría quedado en el molde. Un inconciente le habría batido que evidentemente la mina hacía muy bien 'su trabajo' como para que la sigan bancando. Me mordí la lengua y fui lo primero.

Al siguiente insert no le di ni la hora y quedó la basofia que armó mi compañerita. Otra vez en reunión, Elliot preguntó qué onda y la mal (piiiiiip) le batió que lo tenía yo para darle forma final. Otra escena de Elliot y el partido cero dos. Irremontable a esa altura.

El resto de la pasantía me la pasé como responsable de un servicio que crearon especialmente para mí. Consistía en responder los pedidos de información adicional que hacían los lectores que se copaban con alguna nota. Tenía que usar mucho la imaginación porque para responder no tenía más que un ejemplar de cada revista y un precario buscador en internet que andaba cuando se le cantaba.


Elliot encabezó la despedida cuando pasaron los tres meses. Y me batió sin más:

- Tenes futuro, máquina.

- Sí, pero cuánto me falta todavía para poder usar esos tiradores, eh.

Frío apretón de manos y a otra cosa.

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13 comentarios:

  1. pasante = eunuco??? jajajajaja, puede ser...
    Eliot Ness un grande!!
    abrazo JPP, buen cuento.

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  2. interesante relato pluma, pero has tenido mejores...

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  3. Lo de las pasantias es todo un circo y se la creen los propios pasantes y las universidades. Y claro, las empresas aprovechan para tener pasantes, explotarlos, renovarles, evadir impuestos. Todo sea para que por lo menos salgan anécdotas divertidas dcomo estas!

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  4. No entendi el final de los tiradores, tirame algo mas lineal!!! Ah, ajusta un poco el pip de censura porque te quedaron unas cuantas puteadas sueltas sin tapar!!

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  5. Internet en la epoca que vos hiciste la pasantia??? Me parece que no dan los numeros eh!
    Impecable el relato, mortal el dandy con tiradores (no se te pasa una).

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  6. Decime que la segunda parte de esta historia consiste en que lo tenés a Elliot de empleado...Qué bueno eso no?. Siempre dije, no soy vengativo, pero tengo una memoriaaaaaaa....jajaja
    Abrazo
    JMO

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  7. Con Sergio Massa te metés? Un poco mas de respeto por quien ha logrado arreglar todas las cagadas que le dejo Ubierto... jajajajaja

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  8. Ese tonito altanero de compadrito criollo, por el cual te bajaron de un hondazo, se huele y siente muy bien en los párrafos que lo describen... Well done!

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  9. anónimo 4, no nos metamos con Ubieto...
    JPP, me pa que te está dando el viejazo, los ultimos post son bastante nostálgicos, eh?

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  10. La mejor referencia de los pasantes es Asok, el de Dilbert (tira cómica oficinesca MUY recomendable). Lo usan para los experimentos de los desarrollos de la empresa. Después prueban con perros...
    Me acuerdo de la pasantía post-colegial, en Bayer. Por suerte la pasé mejor. Junto con otro lector de este blog nos mandábamos mails (primer contacto con ese tipo de comunicación para mí) con teorías conspirativas. Si no, dibujaba en esos calendarios grandotes que van sobre el escritorio... Ah, y los almuerzos eran espectaculares! Que buenos tiempos...

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  11. Anónimo anteúltimo, qué buena pasantía la de Bayer!!! aunque debo reconocer que había veces que me aburría e inventaba que hacía algo, me sirvió para seguir haciendo lo mismo hoy... jajajaja. y los almuerzos de Bayer, bastante mejor que el COMESCO del colegio.
    buen relato JPP, me trajo mis recuerdos de 3 meses de pasantía!

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  12. Ja, ja! me imagino lo que te habra costado quedarte callado!!!!!

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