No tengo autoridad moral


El equipo grande, mi equipo, empataba cero a cero con otro tan del montón que ni me acuerdo el nombre.

Llovía como para levantar un arca y ahí estaba yo, solo, entre cuarenta mil desconocidos, saltando y moviéndome para hacerle frente al frío y a la humedad. Al pedo.

El partido era tan horrible que no podía evitar que el bocho estuviera en cualquiera. Repasaba pendientes del laburo y puteaba al francés y a sus amigos -que ya eran casi como mis amigos por eso de compartir tribuna todos los domingos- porque me habían dejado de garpe a último momento.

Cada tanto tenía que desviar la vista porque el viento soplaba de frente y el agua no me dejaba ver una mierda. Y entonces lo vi. El tipo estaba con su hijo de unos seis años, haciendo lo imposible para protegerlo de la lluvia, pero con el pecho bien inflado y luciendo al borrego tipo trofeo. El sueño del pibe para cualquier fanático. Yo quería lo mismo. Pensaba que cuando tuviera un machito lo iba a asociar al club grande antes de inscribirlo en el registro. Pensaba que le iba a comprar vincha, gorro y camiseta antes que el pijamita de Carters.

Todavía faltaba media hora y los pingüinos de punta no aflojaban ni un poco. La pregunta apareció, por primera vez, repentina y artera como un planchazo de lleno en la canilla. Qué carajo hacía yo ahí, cagándome de frío, mientras en casa Tishei y las chancles pasaban una desapacible tarde de domingo entre mates, juegos improvisados y películas infantiles. Capaz que ellas habrían preferido no tenerme cerca para no tener que bancarse el humor de mierda que me agarraba cuando el equipo no andaba derecho. Seguramente.

Más agua, más viento, más insufrible lo que hacían ahí abajo esos once tipos que cobran una fortuna para dar espectáculo y que cobran lo mismo aunque den lástima. La pregunta me seguía dando vueltas como banda de cuzcos que no te podés sacar de encima.

El partido terminó sin que se quebrara el cero y, de salida, navegué en medio de esa marea de gente con quien no tenía nada en común, más allá de esa especie de ceremonia religiosa de dejar a un lado todo lo que es prioritario durante los otros seis días de la semana.

Caminé las diez cuadras que separan a la cancha de la estación de tren, bajo esa lluvia de mierda que ya casi ni se sentía. Los boleteros estaban en onda guantes de seda y ninguno quiso aceptarme el billete porque estaba mojado. No me quedó otra que sumarme a las quinientas personas que viajaron sin boleto porque, ma-vale-pa, los viáticos para la cancha nunca se garpan.

El tren se rompió dos veces. En la segunda nos hicieron bajar, en una estación que no tenía una sola lámpara, porque la formación tenía que entrar en taller. Había un grupete de pibitos inquietos que se cansaron de esperar y entonces decidieron que era hora de afanarle a alguien. De una que me habría sumado a la movida si no hubiera sido yo al que decidieron afanar. Les di el billete mojado y las new balance que moquearon un poco porque habían sido miles los kilómetros recorridos juntos.

Seguía lloviendo. Y el agua logró colarse hasta el cerebro. Y el lavado fue total. Según Tishei también hubo cortocircuito y algunos cables quedaron sueltos, pero ésa es otra historia.

La de ese día fue la última vez que pisé el cemento de aquella tribuna. Fue algo así como dejar de fumar, una decisión repentina pero conveniente. Era eso o la posibilidad cierta de alcanzar un grado de locura que ponía en riesgo la armonía de mi mundo.

El primer pibe llegó un par de años después. La gente esperaba que hasta la medallita de bautismo llevara los colores del equipo grande. No señor, no hubo nada de nada. Cero condicionamiento.

La terapia de desfanatización venía de diez. Hasta el día que recibí esa propuesta indecente que me hizo el juez, tío de mi mujer y enfermo seguidor del equipo de barrio. Tarde de sol a pleno, temperatura un caramelo y un par de entradas que le sobraban fueron suficientes para encontrarme, de golpe, subido en el bólido infernal con rumbo a la cancha de ese equipo de barrio. Un once que andaba a la deriva en la tercera categoría del fútbol argentino, y con serios riesgos de bajar un escalón más todavía. Pero resultó que el equipo de barrio, ese mismo día, arrancó una carrera loca que en cuatros años lo puso en la primera división, en donde viene haciendo campañas más que aceptables.

El juez, cabulero al mango, enseguida interpretó que la levantada se debió a mi presencia. Y no me largó más. Si hacía falta me buscaba, me llevaba, me traía, me esperaba. De locales, de visitantes, a todos lados.

No tardaron en aparecer camiseta, gorro y bandera con los colores del equipo de barrio. Tampoco el carnet de socio. Tishei presenciaba el proceso con un dejo de resignación, como un derrapar inevitable por una pendiente pronunciada.

Hace unos días se enfrentaron el equipo grande contra el equipo de barrio. Picada frente a la tele con el Malevo y Little Jey. El Malevo iba por el equipo grande porque todos sus amigos son del equipo grande. A Little Jey sólo le importaba la picada. Antes de terminar el primer tiempo, el equipo grande se había comido cinco y fue entonces que el Malevo decidió que en realidad le tiene más cariño al equipo de barrio.

Alguien con autoridad moral jamás se lo perdonaría. No es mi caso.

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17 comentarios:

  1. 5 a 0 en el primer tiempo....menos mal que equipo chico aflojó ahi!
    Mariano B

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  2. En otras palabras sos un vendido!! jajajaa!!
    Pero esta bien. los que se hzcen los loquitos refanaticos me tienen las boslas llenas!

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  3. jajaja! Buenisimoo!
    Me hiciste acordar a un hincha que le preguntaron que pasaba si su hijo le decia que era del equipo contrario y el chabon respondio entonces no es hijo mio hablalo con mi mujer...

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  4. Hacelos del Pincha... un equipo con personalidad y sin frío en la cancha.
    Aunque con el equipo de barrio está todo más que bien... si llegamos a ir hasta la cancha de Los Andes!!!

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  5. equipo chico si los hay... digo por el de la banda, lo único que tienen grande es el déficit que les dejó aguilar. Igual ahora el tiki-tiki está a full, lo que Cappa nunca aclaró es cual de los dos equipos de la cancha lo lleva a cabo...si hasta el muerto de lazzaro parecía Marco Van Basten

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  6. no se, bosterito, lo único que se es que este campeonato los miramos de arriba.
    el tiki-tiki esta año la rompe.

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  7. no se bosterito, pero si no me equivoco los miramos de arriba. Preparate para la segunda mitad que se viene el tiki-tiki de verdad

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  8. Pluma veleta no te preocupes los dos son equipos chicos, jaja! totalmente de acuerdo con tishei por lo de los calbes sueltos!

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  9. Muy buenoo! Cuando te canses del equipo de barrio cual sigue?? jaja

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  10. Muy bueno jpp!!!! me acuerdo lo fanatico q fuiste del equipo grande!!!!
    El de barrio pintaba mas tranqui, pero ahora q se fue para arriba...

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  11. Cinco... que dolor!!!
    Habrá tiempo para que el Diez lleve a Lázaro?
    Ese pibe me hace acordar al 9 de Los Nonos.

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  12. el nombre de equipo grande me parece que por ahora le sobra podemos cambiarle el tamaño!. Bien por mi ahijado hay momentos de cambio que son necesarios!!
    (jajaja)

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  13. te parece que el 9 de los nonos puede ir para el equipo del 10?, ta bien que haya ido Garcé pero creo que no es para tanto, me parece que el 9 de los nonos está más para la pesca del surubi o mejor dicho la no pesca que para hacer lo que hacen los 9 sin sabooor.

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  14. LT, no te pelees mas con "sarcasmo". Dense y sean amigos :-)

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  15. cómo me engañaron! para colmo la cancha del equipo de barrio queda más cerca! que amor el tio, no?
    pero,para ser justos, hay que reconocer que está bastaaaante mas tranqui que cuando nos conocimos

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  16. Muy bien, te pasaste de la banda en diagonal a la horizontal. Ahora hace falta cambiar los colores y no me refiero al azul de arriba y abajo.

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