Felices los pendeviejos



Espectáculo a la gorra en la explanada de la Bristol, epicentro del quilombo más grande que tiene Mar del Plata cada verano.

De un lado el público, que se prende a cuanto show callejero le pones adelante y es feliz porque en vacaciones siempre está todo bien. Y si estas en la feliz, todo el mundo está feliz, muy feliz, y no para de bailar, de bailar.

Del otro lado, unos salseros que se aprendieron tres o cuatro pasos con el manual y que con eso salen a hacerse unos mangos que la gente les da con gusto porque es una bicoca al lado de comprar un ticket para cualquier espectáculo de vedetongas que abundan por esta zona.

Los salseros hicieron su numerito y después pidieron voluntarios para tirarse unos pasos. La consigna era improvisar a partir del ritmo que impusiera la música que salía del parlante.

Pasaron dos parejas. Una de dos pendejos que parecían felices de poder amortizar las clases de salsa y merengue que tomaron durante el año. Con caderas que iban y venían de manera frenética, los pibes terminaron moviéndose bastante mejor que los dueños del show.

La otra pareja eran estos dos veteranos de la foto. No queda claro si sufrían de algún tipo de desorden de hipoacusia o si directamente les chupaba un huevo ir a contramano de la música. La cuestión fue que apenas saltaron a la pista, los viejos tórtolos se enroscaron en este abrazo asfixiante, casi obsceno.

Así estuvieron durante los tres temas que duró el desafío, totalmente abstraídos de los murmullos, risotadas y comentarios del público. Y así demostraron que, en materia amorosa, todavía tienen cuerda para seguir jugando en primera por unos cuantos años más.

Felices los pendeviejos en la feliz.

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