Mameluco en fuego cruzado


En el fondo, muy en el fondo, Mameluco se sentía feliz. Hacía una semana que no hablaba con su mujer y los pibes, se había perdido los dos partidos de la selección, y en la posada M’Busaka lo tenía bailando la tarantela para ganarse las dos comidas diarias y una especie de cama que disfrutaba cinco horas al día.

Igual se sentía feliz. Sabía que aquella era una experiencia que ni en pedo volvería a vivir, sobre todo porque su cuerpo no lo soportaría. Lo exótico lo atraía, por eso se sentía feliz.

Dos días después del partido contra Corea, Mameluco estaba meta pasar el plumero en la sala común de la posada mientras los griegos, que habían llegado para el partido contra Argentina, miraban un noticiero donde pasaban un informe sobre los peligrosos barras argentinos. Mameluco reconoció en la pantalla al negro Fiorucci, de la barra de Tigre, cuando le tocó cobrar como loco después del partido que le ganaron a Chicago cuando lo mandaron al descenso.

Uno de los griegos se reía y gesticulaba onda qué miedito me dan estos muchachos. Otro llegó a decir que pagaría una fortuna por tener cinco minutos mano a mano con un barra argentino.

Los griegos al toque se dieron cuenta de que Mameluco le estaba prestando demasiada atención a la conversación y a las imágenes que salían de la mini tevé. Se le acercaron y le preguntaron de dónde era porque ser tan blanco entre tanto morochaje llamaba un poco la atención. Le hablaban en inglés aunque no hacía falta porque Mameluco sabía algo de griego. Lo había aprendido de un tío suyo que vivía en Grecia y que cada tanto viajaba a Argentina hasta que descubrieron que se dedicaba a la trata de blancas. Estuvo en Caseros hasta que la hicieron volar por el aire, con el tío adentro según algunas versiones.

Cuestión que los Sorba se le pusieron todos alrededor en actitud demasiado amenazante para su gusto. Mameluco dijo que era uruguayo y que aguante Forlán, la rambla y el porongo. Sobre esto último tuvo que hacer algunas aclaraciones, porque los griegos empezaban a entusiasmarse.

Como nos lo veía del todo convencidos se apuró a ofrecerles algo de lo que se arrepintió en el segundo siguiente a decirlo.

Los griegos se miraron entre ellos y no hubo uno solo que le hiciera asco a la idea. Eran como treinta y los ponía de la nuca el solo pensar en la posibilidad de cruzarse con los barras argentinos en la escuela donde se alojaban. Vamos a ver si estos argentinos son tan machos como se venden.

M’Busaka llegó a la ultima parte de la charla y enseguida se prendió a la idea. Les dijo que aquello seria una suerte de Safari, casi tan riesgoso como el otro, y que Mameluco los acompañaría a cambio de cincuenta dólares por pera. Agarraron todos.

La escuela estaba en el centro de Pretoria. Hasta allá fue el grupete de griegos enardecidos que se habían fumado hasta el potus que M’Busaka le había encomendado especialmente a Mameluco. Se habían pintado la cara pero no de color esperanza. Los pibes iban a la guerra y venían tan empastados que habían perdido noción de tiempo, lugar y peligro. Y ahí estaba Mameluco a la cabeza.

No fue difícil encontrar la escuela. De los balcones colgaban decenas de trapos que Mameluco alguna vez había visto cuando fue a la cancha. Aguante Mataderos. Barrio Infico es de Tigre. Borracho y sabalero. Al palo por Dálmine. Si muero que sea de lepra. De la cuna al cajón.

Lo que le faltaba. A Mameluco alguna vez ya le había tocado correr cuando la hinchada de enfrente los triplicaba en cantidad. Pero ahora no se enfrentaba a una hinchada. Ahora tenía que vérselas con una especie de selección de hinchadas. Los más hijos de puta de cada una habían formado una suerte de asociación y estaban todos ahí.

Mameluco iba abrigado al mango porque abajo de todo traía la celeste y blanca, por si las dudas tenía que pelarla. Corrió ese riesgo porque entre que se lo empomaran los griegos o esos animales elegía lo primero.

A medida que se iban acercando a la entrada, Mameluco fue aminorando la marcha para no quedar al frente del pelotón, hasta perderse entre los últimos. Pero cuando un gordo gigante alérgico al jabón se les puso enfrente y les cortó el paso, los griegos lo buscaron a Mameluco y le pidieron que le dijera que si tenían tantos huevos como dicen que los esperaban en el patio del edificio abandonado que había en la otra cuadra. Mameluco estaba que se meaba.

El gordo lo miraba fijo y le hacía gestito de qué mierda quieren estos payasos. Mameluco le batió que eran un grupo de griegos que admiraban la pasión y la entrega que tiene el hincha argentino y que por eso les gustaría hacer algunas fotos, todos juntos, en el edificio abandonado.

El gordo infló el pecho y dijo que ma-vale-fiera-todo-piola. Se fue para adentro y al rato volvió peinado y con el mejor buzo tres tiras que tenía, uno verde aceituna que no le cerraba del todo. Detrás de él venían unos personajes que escapan a cualquier intento de descripción. Traían trapos y bombo, revoleaban camisetas y el que no salta es un inglés.

Los griegos se sorprendieron por la tranquilidad de los muchachos que estaban a un par de minutos de meterse en una trifulca que ni te cuento. Pero igual los siguieron de atrás silbando bajo y sacándole lustre a los nudillos.

Llegaron al predio abandonado y los barras, que eran unos treinta, se pusieron todos para la foto, con una sonrisa general que no sumaba cuatro dentaduras completas. Los helénicos se les fueron al humo y casi no les dieron tiempo de reaccionar. Se armó tremenda goma general, volaban piñas desesperadas, patadas y algún que otro cadenazo. Cada tanto se asomaba el barra gordo y preguntaba que dónde estaba la cámara.

En medio de la confusión hubo dos barras de Cambaceres que le cayeron encima a Mameluco, que se apuró por levantarse la pilcha para mostrar que tenía la camiseta argentina.

Ete encima nos bardea mostrando nuestros colores.

Fue lo último que recuerda Mameluco. Despertó a los tres días en un hospital de Pretoria y le dolían todos los huesos. Compartía habitación con tres morochazos que metían miedo y con otros dos griegos que tampoco se acordaban cómo había terminado la joda.

Al fondo de la habitación había una tevé que al lado de la que había en la posada parecía un elecedé cuarenta pulgadas. Y encima era color. Y pudo ver la repetición de la victoria argentina sobre Grecia.



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17 comentarios:

  1. lo que es despertar sin inspiración y porque no sin aspiración.
    Te cuento la referencia a Diego Torres como el único esbozo de tu creatividad.
    Que vuelvan Di Caprio y compañia o mandalo de vuelta a buenos aires.

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  2. jaja, pobre Mameluco, ni una bien, ni una!!

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  3. che funebrero lo de despertar sin inspiracion lo decis por tu comentario no??? jaja!
    aguante mameluco ya la va a salir algo bien le tengo fe!

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  4. Negro fiorucci alto delincuente! me parece que no estaba en sudafrica. Mameluco merece que lo caguen bien a palos y lo tiren en una zanja.

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  5. no sabía que habia que inspirarse para publicar un comentario.
    Si tenes unos minutos relee los anteriores de Mameluco y comparalos con este. Vas a entender el por qué de la falta de inspiración. Igual tu apodo te sienta bien...

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  6. No culpen al mensajero. Yo escribo a partir de los informes que me hace llegar Mameluco. En este caso no fueron del todo lúcidos porque el coágulo en la cabeza no le permitía carburar del todo bien.

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  7. "que se habian fumado hasta el potus" jaja, muy grafico. Excelentes las cronicas de Mameluco las acabo de leer a todas de un saque y estan muy buenas posta!

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  8. che funebrero tenes razon ahi cambie el apodo...

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  9. Che pluma, me parece que estas malacostumbrando a tus lectores que ahora estan demasiado exigentes! Me mato la del gordo que se peino y se puso la mejor pilcha para que lo caguen a palos...

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  10. Muy divertido como siempre! y tal cual se estan poniendo muy exigentes che, aflojeeeeeennn!!

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  11. Mameluco se zarpa de boludo una cosa de locos

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  12. Un capo Mameluco dejense de joderrrr

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  13. Si muero que sea de lepra ... Tomatelasss ... Los leprosos ya están muertos en vida !!!

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  14. seguis siendo un puto funebrero23 de julio de 2010, 12:15 a.m.

    Que exigentes que estan los lectores!!!
    Ni que fueran Borges. AGUANTE EL MAME!!!

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  15. Mameluco no puede ser mas looserr!!!! Que groso el gordo con el buzo 3 tiras verde aceituna...

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  16. que grande un canalla (léase un B canalla) diciendole a un leproso que está muerto en vida.
    Uds. son geniales, tenía razón fontanarrosa: Rosario les quedó grande...jaja

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  17. Como sé que al cronista le da para mucho más, voy a decir que este me pareció bueno. Si estamos mal acostumbrados??? Sí, totalmente y es por ello que me volví lector de este blog!
    Igual debo destacar que siempre hay una ocurrencia que me saca una sonrisa y, es precisamente, la que no formaban un dentadura completa!! jajajja! Buenísima.
    JMO

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