Hoy sale Gladiador


Los veo venir y se me aparece la escena de Gladiador donde arrastran a los pobres carne-de-león, encadenados, en fila y pura resignación.

Qué buena está Gladiador. Se la compré trucha a quien se hace llamar el Jack Sparrow del devedé, y la vi como quince veces. Mi mujer no entiende por qué tanto fanatismo, por qué eso de engancharme hasta cuando la agarro empezada por cable. No entiende que es emocionante, que es alta motivación. Hasta la usó el cuerpo técnico del Barca -antes de la final de la Champions- para motivar a sus jugadores, como si no fuera suficiente incentivo el numerito de seis cifras euro que les depositan todos los meses en la Banelco. Y pensar que yo pago por jugar, y nadie grita ni aplaude mis goles.

Los veo venir y no sé por dónde seguir caminando, porque ocupan toda la vereda. Puedo ensayar el paso-contra-paso de bajar a la calle y al toque subir de vuelta, pero prefiero evitar el riesgo de que me despeine el espejo de algún bondi de esos que pasan haciéndole fino a la vereda. El Barbas es grosso, si no no se entiende cómo es que las vidrieras y los semáforos no están decorados con restos de masa encefálica de los que se le animan a la calle para ganarle al tráfico de vereda.

Me freno para ver qué onda. No hay por dónde avanzar así que me meto en una joyería. Me atiende Alfred, el mayordomo de Bruno Díaz, con una formalidad fuera de lo común. Cuando le cuento que ando buscando una alianza, el amigo arranca con una encendida perorata sobre lo trascendental que es para una pareja formalizar su unión a través de algo tan intenso y sagrado como el matrimonio. Y que el anillo es simbólico. Y que lo más importante es que la llama no se apague nunca. Y que lo que me espera es una vida llena de satisfacciones. Un divino el viejo, sólo le falta decir que la pollera va cinco dedos debajo de la rodilla y que la interné está llena de degenerados.

Gracias abuelo, pero hace más de diez años que ya estoy en este baile. Sólo quiero reponer la alianza que dos pendejos mal paridos hijos de una gran puta le chorearon a mi mujer.

Error. Ni el tono ni el vocabulario le caben al anciano Alfred, que acusa el golpe con una tos semi tuberculosa. Me acerca una silla, me dice que espere y se va para el fondo del larguísimo local. Sigue la tos por allá por el fondo.

Lo que sigue es una secuencia que no dura más de cinco minutos. Timbre, el socio clon del abuelo que abre y un nuevo cliente que hace una especie de entrada triunfal con pasitos acelerados y dejando caer el saco para que abuelo-clon lo levante. El tipo lleva un anillo brillante cero distinción y un rolex que raja la tierra. La pilcha no está nada mal, pero el perfume lo manda en cana: o funcionario ex chofer-sindicalista o dueño de una bailanta con timba clandestina.

El hombre se arremanga la camisa para que el tremendo orologio quede más visible aún y habla alto, medio seseando. El trámite es renovar el rolex porque siente que el actual ya no le da esa distinción que un hombre de su clase necesita. Abuelo-clon le da la razón y le muestra la colección en una vitrina inmaculada. Me siento en un sketch de Gasalla.

Este impresentable está haciendo fulbito para la tribuna, no hay forma de que se lleve alguno de esos relojes que no bajan de las diez lucas dólar. En eso pienso cuando elige uno de doce lucas y lo paga con tarjeta. Me pone mirada para-vos-nene y sale con los mismos aires de la entrada. Trato de no pensar cuántos yogures de litro sancor de durazno me alcanzarían con esa guita. Unos quince mil.

Vuelve Alfred y me pide disculpas por la demora. Le respondo que todo bien, que igual no fui yo el que se perdió una venta de doce lucas verdes. Otro ataque de tos. Traigan un vaso de agua que se nos va. Clon me muestra la variedad de alianzas y la más barata es cuatro veces lo que tengo pensado gastar. Antes de irme hago un poco de show. Miro, pregunto, comento y aseguro que paso más tarde. Mentira.

Salgo en dirección a Liberty Street y de nuevo la jauría. Catorce perros, todos juntos, sin bozal. Los veo venir y me pregunto cómo carajo hace el paseador para que no se caguen a tarascazos entre ellos. Los paseadores tiene ese don. Ése, y el de hacerles creer a las dueñas que sus perros salen a correr y descargar energías y no a pasarse la hora atados a un alambre mientras los paseadores fuman y ceban mate.

Compro la alianza en negocio gris de Liberty Street y le pego un llamado a mi mujer. Hoy hacemos morfi frente a la tele. Hoy sale Gladiador.
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9 comentarios:

  1. jpp, además de maltratar a los animales tambien maltratas a los viejos??? jaja

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  2. Muy bueno !!! me parece haber escuchado esa historia antes !! Abrazo Juampi M.O

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  3. Cuando jugas jpp???? que yo te voy a ver y te grito los goles , posta... Das lastima, como diria TJ "de partir"....
    Caro

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  4. jaja, posta le dijiste al viejo que se perdió comision de doce lucas verdes? hdp

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  5. los paseadores de perros no tienen vergüenza, aparte cobran mas que bien...
    en mi edificio le secuestraron el perro a una vieja que no tenia nada mas en la vida y al final el cuidador estaba involucrado...

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  6. el jack sparrow del devedé, jajajja! pasame los datos!!

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  7. JPP, poniéndome al día, muy buen relato!
    Gladiador, muuuy buena película! y Piratas del caribe también... ya que hablamos de Jack Sparrow

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